
Eutanasia, Suicidio Asistido y Suicidio: Un Análisis Psicoanalítico y Sociopolítico
23 agosto, 2024La muerte, eso que nos parece tan lejano, porque imaginamos que nos llegará mucho más adelante, y a la vez nos parece tan cercano, porque puede sorprendernos en cualquier momento. Aunque, si de algo no cabe duda es que la muerte es lo más seguro que tenemos, su llegada es impredecible. Por muy buena salud que tenga o mucho dinero que posea, ningún poder puede hacerla retroceder. Quizás me encuentre disfrutando de una comida familiar en compañía de mis seres queridos sin saber que, de hecho, esa puede ser mi última comida (Barraca, 2005).
De ahí entonces, que uno de los miedos más recurrentes en la humanidad sea el miedo a la muerte, ya que simboliza la inevitable destrucción de aquello a lo que más apegados estamos, nosotros mismos. Pero, si parece ser algo tan aterrador, ¿cómo es posible imaginar un escenario donde nosotros seamos quienes demos por terminada nuestra vida?, ¿por qué en ocasiones llegamos a pensar en cometer el acto de quitarnos la vida?, ¿es esto algo normal?, ¿significa que en realidad lo quiero hacer pero no he tenido el valor de hacerlo?
Bien, comencemos por decir que una de las características más comunes de nuestros pensamientos, es que estos son involuntarios porque no decidimos tener muchos de ellos, simplemente aparecen en ocasiones como respuestas o soluciones inmediatas para asimilar algo que nos acaba de suceder.
Por lo que, al sentirnos tristes, culpables o desesperanzados, es normal que tengamos pensamientos relacionados con la muerte, ya sea imaginando un escenario donde ocurre a consecuencia de un accidente o por cuenta propia, lo que conocemos como suicidio. Y es que, imaginar aunque sea por unos segundos un instante libre de dolor y sufrimiento resulta algo lógico para escapar de nuestros problemas y emociones, pero, el problema viene cuando entendemos que la muerte no acaba solo con los problemas de la vida, sino con la vida misma. Por supuesto que dejamos de sufrir por aquello que nos aqueja, pero eso no significa que nos vayamos a sentir mejor o más tranquilos, ya que dejaremos de sentirlo todo, lo agradable y lo desagradable.
Entonces podemos comenzar por valorar nuestros pensamientos como algo relativo, algo que podemos cuestionar, como un reflejo de nuestro sentir en ese momento, que no necesariamente está relacionado con lo que quiero hacer, sino a cómo me siento, que podemos observarlos como nubes en el cielo que llegan y eventualmente se van, y por supuesto, que son independientes del comportamiento que decidamos llevar a cabo (Barraca, 2005).
El trabajar nuestra relación con los pensamientos y aceptar que podemos tener pensamientos de suicidio sin necesariamente llevarlos a cabo es todo menos una tarea sencilla, en especial cuando llevamos una larga temporada sintiéndonos mal, por esa razón resulta conveniente pedir ayuda a algún profesional de la salud mental que nos pueda mostrar una perspectiva diferente de nuestra situación.
En caso de requerir apoyo, no dudes en llamar a la LÍNEA DE LA VIDA (800-911-2000) donde personal especializado puede brindarte atención y apoyo a cualquier hora y en cualquier día.
Bibliografía:
Barraca, M. (2005). LA MENTE O LA VIDA, Una aproximación a la Terapia de Aceptación y Compromiso. Editorial Desclée de Brouwer, Colección Seprendipity.