
La paradoja de la hiperconectividad: más conexión, más vacío
20 abril, 2025El avance tecnológico que produce el hombre siempre es un reto a nuestra adaptabilidad, parece que nosotros mismos construimos el siguiente peldaño al cual todos debemos subir o permanecer marginados. El mundo virtual para mí también supone uno de estos avances que trae consigo una nueva realidad, tal como en su momento ocurrió con la revolución industrial y por eso no pude evitar pensar en lo que Freud nos indicaba cuando decía que las patologías eran resultado también de un determinado momento histórico, político y cultural, y creo que no hay mejor ejemplo que el tiempo mismo que estamos viviendo, que ha brindado las condiciones para que el consumo de sustancias, los trastornos de ansiedad, los trastornos depresivos, los trastornos obsesivos, el uso compulsivo de internet, entre otros, se manifiesten.

Debido a lo anterior, puedo decir que parecía predecible el hecho de que el internet y esta conectividad invisible, que traspasa fronteras, que acorta distancias, que acelera la vida, tendría un fuerte impacto en el comportamiento y en la psique del ser humano. Incluso pienso que este nuevo mundo virtual nos sustrae del mundo real, limitando nuestra posibilidad de pensar más allá de lo que los dispositivos inteligentes nos brindan. Para muestra puedo decir que fui de los afortunados que aún sabía leer o interpretar un mapa de la Guía roji, aunque ahora definitivamente me apoyo son los sistemas de geolocalización.
Ahora bien, me llama la atención la relación que estamos estableciendo cada ser humano con nuestros dispositivos inteligentes y privilegiando el contacto virtual que el real. Parece que en nuevo Dios es el internet, con sus cualidades omnipresentes, omnipotentes, omnisapientes. Todo un mundo al que podemos acceder al desbloquear el celular con nuestra huella digital. Así es, parece que el teléfono se convirtió en una extensión de nosotros mismos, es increíble la cantidad de información que ahí está almacenada y lo que esta podría describir de nosotros.
Creo que por momentos pensar en este mundo virtual me dio miedo concebirlo como un mundo ominoso, donde se juega la identidad, donde puedes jugar a ser otro, donde puedes actuar desde el anonimato, donde puede violentar al otro, donde se atreven a decir como ser, como hablar, que comprar, etc. un mundo muchas veces impersonal, donde la gente se vuelca a expresar afectos con emoticones y a veces queda muda en el encuentro cara a cara.
Pero de nada sirve estigmatizarlo, es parte de la realidad actual, misma que las nuevas generaciones dominan y, o nos adaptamos y tratamos de entender la dinámica de esta nueva forma de relacionarnos o quedaremos anticuados y superados. Aunque también parece latente el riesgo de la deshumanización, de convertirnos en autómatas que sólo siguen las tendencias de las redes sociales, tendencias creadas por nosotros mismos desde lo colectivo, somos el cazador que cae en su propia trampa.
¿Hasta que punto internarse en este mundo virtual? ¿En verdad somos capaces de autorregularnos? El cerebro puede ser voraz con lo que le genera placer, y los videojuegos, las compras por internet, el cibersexo, etc., lo logran, nos sustraen del mundo real que puede ser displacentero y frustrante, creo que ese es el riesgo, como en el consumidor de drogas, preferir vivir en la intoxicación que en la realidad, pues parece que los placeres de la realidad no pueden competir con los placeres virtuales que se dan de manera desmedida, sólo tendremos que estar al pendiente de nuestra factura del celular y cuidar que siempre tengamos suficiente batería. En verdad que es apabullante pensar que podemos convertirnos en un mundo de zombis, y no como muertos vivientes sino como vivos que están muertos, que no tiene autonomía, cuyo deseo está atrapado, secuestrado, cautivo, en este mundo virtual que brinda la ilusión de ser lo que quiero ser a través de la creación de un avatar, superando niveles de videojuegos, teniendo encuentros sexuales u onanismo sin vínculo con el otro.
Será labor del psicoanálisis pensar y ubicarse en esta nueva realidad, evitar que el sujeto se virtualice equiparado con un proceso psicótico. Que entre y salga de ese mundo, tal y como lo hacemos cuando soñamos y despertamos, usarlo para lo que es y no excedernos, no mudarnos a ese mundo.
Si Freud decía que el objetivo es que el hombre trabaje y ame, creo que es claro que esta realidad virtual nos puede alejar de ese camino.